Death and Taxes
Cuando tenía veinte años y era la estrella de la gira sexo, drogas y rocanrol vivía en una casa de pisos amarillos. Una noche, cuando regrese de las
vacaciones de pascua estaba toda inundada;
los libros, los papeles de la facultad, la computadora, el colchón, todo
lo que tenía pues, era una sopa y valió madres. Además claro, todo era mi culpa.
Esa noche tuve que pasarla con un extraño que conocí en la combi y con quién, desde entonces, jugaba ser muy madura (o cínica) y amarnos de
vez en vez. Lo malo fue que en la mañana yo me puse a llorar como una escuincla a
la que le habían quitado todas sus muñecas. Sentía vergüenza del papelón tan
poco digno de una estrella de mi calibre, pero igual lloraba y lloraba. El
extraño me abrazo. Fue lo único que hizo. Luego nos vestimos y él se fue a la
escuela y yo me regresé a mi casa poderosísima.
Con los años me volví la estrella de una vida común y ahora sí, qué es que madura y con conciencia política.
Pero de todos modos mi casa se volvió a inundar muchas otras ocasiones y cada
vez todo valía madres y yo me quedaba sin nada. La única diferencia fue que
nunca nadie volvió a abrazarme la mañana que lloraba y nunca volví a sentir que
el mundo me la pelaba, aun después de quedarme sin nada.
Ahora, repasando, pienso que tal vez esa sensación
era la felicidad y no supe reconocerla, quedarme ahí sin intentar pensar que mi casa
se inundaba porque tenía una vida con demasiado rocanrol; tal vez, justamente
por inocente, me engañaron, y no supe ver que la gira madurez y conciencia
política era pura mierda desde el principio.
poing, poing, poing,
poing....
Me gustaría terminar hasta
el párrafo anterior: algo dramático y renegado de las decisiones que he tomado. Algo que probablemente causaría una
sonrisa maligna a mis únicos cuatro lectores. Pero la neta es que todo eso ya me da mucha hueva
y no me gusta decir mentiras. La cosa es que sigo haciendo las mismitas
pendejadas que hace diez años, sólo que con consecuencias bastante más desastrosas.
Quizá, el verdadero drama (y que por supuesto rebasa las estupideces por las
que ahora estoy jodida) consiste en que ser "adulto" no implica para
nada algo madurez, sino el desarrollo
del más alto y puro egoísmo. Todos andamos solos, sin abrazos, padeciendo la crueldad
infinita e injusta de la sociedad que
construimos y eso (ahora yo sonrío) es
igual para mí que para todos, tarde o temprano, para todos.
Comentarios