WTC de México presenta: teatro chino para platónicos


A pesar de tanta filosofía, Xu Liang no había podido superar cierta visión dicotómica de la vida. En su momento más fideísta,  la bella Liang pensaba que cada paso que daba era una pequeña,  pero contundente decisión entre el bien y el mal. Después, con los años,  y sobre todo tras la lectura del presidente Mao, la joven concluyó que más bien sus pasos eran una casi imperceptible, aunque igualmente decisiva, opción cotidiana entre la muerte o la conservación de la vida. 
Xu Liang, que era todavía muy joven, construyó sobre estas precipitadas reflexiones una insoldable prisión de sensatez y culpa para su alma y cuerpo. Liang amaba todo lo bello, pero nunca lo tocaba para sentirse libre de toda pasión; caminaba siempre como sobre un piso de huevos, tratando de no romper ninguno.
Una mañana, mientras Liang caminaba por el templo al lado del hombre que amaba, pero no tocaba, Pin Yin,  señor del destino, sentado sobre una fuente del patio, decidió jugar una broma a la chica y puso en su mente la siguiente idea: como cada tarde durante años, Xu Liang se despediría de su amado en el pasillo que divide los dormitorios de hombres y mujeres, con la única diferencia de que por primera vez - y aquí podemos todos observar desde nuestros asientos la maldad de Pin Yin- Liang pensó en doblar sus pasos para seguir a su amor y en la esquina del oscuro dormitorio ella olería palmo a palmo la piel del deseado, le daría su boca y sus pechos como pan con miel para que el los mordiera y se hartara,  mientras ella lo guardaba entre sus piernas hasta sentirse saciada y dichosa.  
El público esperaba, pero Xu Liang no dobló sus pasos, su joven cuerpo se encontró vuelto estatua frente a las jacarandas del patio. Nadie sabe de cierto qué sucedió, sólo Pin Yin arrepentido, conoce el enigma: en el instante preciso en que Xu Liang sintió vivir todas las células de su cuerpo, gracias al malvado pensamiento insertado en ella, la joven se halló de frente con el bien construido muro de su prisión, y sus fórmulas absolutas no le ayudaron decidir el camino. Ante el fulgurante cuerpo de Liang, ante su vida ella no pudo escoger entre salir de su prisión y matarse o quedarse dentro de ella y morirse.    

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me encanta, llevo meses leyendo y releyendo este pasaje, me encanta.

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